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Ciudad de Santa Fe 08-05-2010

 Llegamos a la tardecita, Santa Fe se estaba poniendo linda era sábado y a la noche tenia que mostrar todo su encanto, había mucho para hacer, bares, boliches y por supuesto la feria nacional de artesanos que era ahí donde nosotros nos dirigíamos. Cuando nos acomodamos pudimos recorrer el centenar de puesto que la plaza Pueyrredón albergaba, los ojos asistían a una fiesta multicolor en donde podías encontrar de todo , la gente se agolpaba en diferentes puestos cada uno identificándose con su música , un vendedor de carteras, Barrabás me contó que el con un grupo de amigos habían llegado del Tigre (Bs. As).
Mientras unos payasos entretenían a los niños y a sus padres, Mulas se preparaba para subir al escenario, enchufar cables, probar instrumentos como en un ritual de iniciación para hacer sonar bien a la banda, cada show es una prueba de fuego, el vivo tiene ese riesgo …. no se puede volver atrás cuando se comete un error.
Al finalizar el show circense, el escenario estaba listo para el folklore. Guido Leacher acerco sus primeras canciones y el publico sus primeros aplauso. La cosa iba tomando forma. Y ahí entró Mulas, el cuerpo frio y el alma encencidad, la mística que comparten ellos arriba del escenario es contagiosa, el publico se siente cómplice, se anima y se suelta. Se escucharon las primeras palmas, gritos que halagaban y la siempre famosa palabra esperada por los artistas ¡otra, otra! , palabra que hace sentir que uno va por el camino correcto, siempre y cuando no te la creas.
La noche ya había caído en la capital de la provincia, Santa Fe brillaba, autos circulado por las avenidas, la gente entrando a los bares y los más jóvenes haciendo cola para entrar a los boliches y nosotros nos despedíamos de la ciudad, después de haber comidos los más ricos choripanes del mundo. Pero cuando uno cree que todo termino las giras sorprenden y los percances suelen ocurrir de la nada, un pequeño problema con uno de los autos nos detuvo en nuestra partida, un episodio mas bien divertido y de empujar agitado, que quedara como anécdota del viaje a Santa Fe